La soledad y una aterradora obsesión cristiana: Saint Maud
- Alberto
- 10 feb 2021
- 4 Min. de lectura

Saint Maud se trata de la ópera prima de la realizadora británica Rose Glass quien presenta esta provocadora historia en el Festival Internacional de Cine de Toronto en su edición de 2019. La también guionista nos ofrece una gran historia de horror psicológico situada en un barrio costero inglés.
Conocemos a Katie (Morfydd Clark), una enfermera que tras un grave accidente al ejercer su profesión debe dejar el hospital para el cual trabaja. El trauma generado de aquella experiencia trae consigo una devoción absoluta al cristianismo y por ello; igualmente, debe cambiar su nombre a Maud: ambas situaciones dándole título a la cinta.
Sin embargo, y pese a lo ocurrido, tiempo después, ésta seguirá desempeñándose ahora como enfermera privada de cuidados paliativos. Aquí conoce a una famosa ex-bailarina y coreógrafa norteamericana de nombre Amanda (Jennifer Ehle), de quien estará al cuidado debido a una enfermedad en etapa final, que la imposibilita de sus capacidades. La acción es narrada desde el diálogo interno que la protagonista mantiene con Dios y bajo este fervor, Maud promete que salvará el alma de la moribunda Amanda.
La relación entre ambas mujeres parece ir de maravilla, es permeada por la fe que Maud se encarga de instaurar en quien está a cargo; a pesar de que esta última no comulgue con dicha ideología. El vínculo parece fuerte pese a la advertencia de la enfermera anterior al conocer el primer día de trabajo a la protagonista; calificando a la celebridad como una perra.
Ocasionalmente Carol (Lily Frazer), visita la casa de Amanda para hacerle compañía, culminando dichas citas en relaciones sexuales por las cuales la última paga. Al darse cuenta de esto, Maud pide a Carol deje de frecuentar a su empleadora pues, distrae de la preparación espiritual que debe tener antes de partir. Argumento que esconde un doble discurso en donde para la ortodoxia que practica está mal visto el erotismo, sobre todo, en personas del mismo sexo. El personaje principal, bajo ambas denominaciones Maud/Katie representa uno y otro extremos de su personalidad. Por un lado, Katie alude el pasado hedonista de una joven despreocupada y alegre. Y, por el otro, el ya conocido carácter reprimido y apasionado del creador que se va desarrollando en los ágiles 85 minutos de filmación. Esta dualidad se ve reflejada en aquella secuencia donde la protagonista es humillada por Amanda al enterarse de su petición a Carol por dejar de verla.En en su fiesta de cumpleaños, se deja entrever la veracidad sobre la existencia de sus gloriosos ídolos, terminando así, el nexo laboral y poniendo en duda la fe de la chica, regresándola a lo terrenal tentando su voluntad a los placeres mundanos de la vida nocturna..

Saint Maud nos somete a los limites del fanatismo religioso en la sociedad contemporánea, cuestiona sin condescendencia los móviles místicos como: la autoflagelación y la divinidad de sus figuras. Una cinta que se aleja de los convencionalismos del cine de terror: el de las posesiones satánicas, exorcismos y los espíritus. Siendo la religiosidad su único común denominador. Además de contar con la distribución del notable estudio A24, el cual se destaca por albergar entre sus filas a lo más destacado del horror psicológico en la última década; curiosamente ha impulsado los primeros trabajos de Ari Aster y Robert Eggers de quienes ya hemos hablado en este espacio ya como referencia del subgénero y, que la directora acepta hay una peculiar y minimalista forma de trabajar las puestas en escena filmadas bajo el sello de la empresa de Manhattan.
Hablando de los aspectos técnicos de la cinta, habrá que destacar el debut primerizo; en el largometraje, tanto de su ya ovacionada directora; como del cinefotógrafo Ben Fordesman que recrea una inquietante atmósfera visual poniendo la cámara a un nivel celestial. Estética deliciosamente acompañada de la música a cargo de Adam Janota Bzowski.
Y entrados en el crew, no puedo decidir qué me gusta más, si la narrativa, la potencia visual que tiene o su carácter interpretativo: pues mucho de la fuerza que exhibe Saint Maud es gracias al peso de sus actuaciones. Morfydd Clark hace un asombroso trabajo en el papel principal regalándonos un interesantísimo duelo actoral junto a Jennifer Ehle su actriz de reparto.

Rose Glass no se complica y va a la segura al articular esta sencilla pero excepcional historia. Siempre es muy grato ver debuts tan bien logrados en pantalla, augurio de una fértil carrera por venir.
Un film que nos habla acerca de la soledad de dos mujeres con importantes diferencias de edad y cómo sus actos detonan su condicionan su futuro. También, esta adoración divina que roza límites enfermizos; si se quiere ver así. Esta subdivisión religiosa del cine de horror, que eso sí, irónicamente sin importar la manufactura van de la mano. Saint Maud es sin duda una de las mejores cintas del pasado y caótico año. Que garantizo, si se ve libre del escrutinio del jumpscare es sumamente disfrutable y seguramente una de las favoritas de los amantes de su categoría. Gracias :)

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